lunes, 23 de abril de 2012

El Flechado de un triunfador


El flechazo es un arrebato pasional que altera profundamente, da un bienestar mágico y milagroso, y te cambia la vida de color.
¿Cada vez que lo ves tu corazón se acelera, el estómago te hormiguea y el sudor recorre tu hermosa anatomía? Entonces te tenemos una noticia: Cupido, ese inquieto niño con alas y ojos vendados, ha vuelto a hacer de las suyas y éstos son algunos de los efectos del dulce veneno de su flechazo
‘Cuando vives una loca pasión, están entrando en juego reacciones bioquímicas en tu cerebro, que te hacen sentir en un estado de plenitud y ver a tu chico como el hombre ideal’, asegura la psicóloga Isabel Menéndez.
La excesiva rapidez e intensidad con que se produce el amor a primera vista se debe a que descubres que él se ajusta a tu modelo de pareja ideal. Este arrebato pasional es un golpe emocional que te altera profundamente, lo sientes mágico y milagroso, te da un extraordinario bienestar y te cambia la vida de color.
Estar al lado de él es tu única necesidad y deseo, y al acercarte a él te relajas, desaparecen tus tensiones. Creas con él un mundo propio y sólo te interesa lo que está dentro. Te sientes indestructible si estás junto a él y vulnerable si se separan. Sientes cómo él te complementa y esta ilusión te convierte en una persona feliz.
El chispazo inicial
El flechazo es un enamoramiento repentino, sin embargo no sólo provoca sentimientos pasajeros, pues la percepción inicial tiene más importancia de lo que te imaginas.
Si tuviste una primera impresión buena con un chico, hay más posibilidades de que conforme se vayan conociendo mejor, esa chispa se convierta en una relación amorosa duradera.
Pero si fue desfavorable, es preferible que por un tiempo dejes de tener contacto con él, permitas que pase un tiempo para que olviden esa sensación negativa, y puedan darle después una nueva oportunidad a la relación.
Ansia de amar
Según los expertos, estamos programados para desapasionarnos después de 18 a 30 meses de relación de pareja. En ese momento la pasión puede terminar, pero también puede transformarse en una fuerte unión controlada por el amor y la afinidad.
Si deseas que ese primer deslumbramiento se transforme en una relación profunda, debes saber manejar adecuadamente tus sentimientos.
Si evaporas tu sentido crítico respecto a tu amado, lo ves lleno de virtudes y lo idealizas, puedes condenar el romance a que desaparezca tan rápido como surgió, pues cuando descubras que todo estaba en tu propia cabeza, harás que la relación termine.
Si llevas mucho tiempo sin tener una pareja estable, estás ansiosa por encontrar a alguien para recuperarte de una mala experiencia, sólo buscas aliviar tu soledad, o empiezas a planear toda una vida juntos cuando apenas comienzan a enamorarse, creas una urgencia sentimental por incluir a alguien en tu vida, que sólo le robará etapas necesarias al curso normal de una relación que necesita evolucionar.
Obviamente en la primera cita no es fácil que captes señales de alarma sobre tus propias intenciones, porque todos tendemos a autoengañarnos. Pero puedes poner atención a la actitud del chico, a lo que hace y dice, y analizar si tienen afinidad de caracteres y expectativas. Esto no significa excluir a nadie de entrada, sino darte la oportunidad de disfrutar todas las etapas de la relación.
Fórmula para amar
Para que la repentina pasión no se extinga deprisa y evolucione en un amor duradero, tiene que pasar por varias pruebas y profundos cambios internos.
Mientras vives la pasión, niegas los defectos de él, en lugar de reconocer a tu pareja tal y como es, y no cómo tú quieres que sea. Cuando reconoces y aceptas sus puntos débiles, vives el amor verdadero. Esto sólo es posible cuando tú misma te aceptas y te quieres tal y como eres, en vez de intentar complementarte con él.
La pasión te hace vanidosa y el amor te vuelve sencilla. La pasión es fugaz y el amor se trabaja cada día. Además, la pasión excluye todo lo que no es fogosidad, mientras que el amor incluye todo lo que enriquece a los miembros de la pareja.

‘Ese estado de ánimo es propicio para sentir esta exaltación amorosa que las transporta a un mundo que satisface sus necesidades psicológicas. Por eso una época favorable para el flechazo es la adolescencia, pues es cuando la personalidad está formándose’, señala la experta.

Con el enamoramiento comienza el “renacimiento”, hay una nueva forma de observar el mundo, un margen de esperanza en el intrincado laberinto de las pasiones y de los deseos.

“Yo, atendiendo únicamente a la llamada de mis sentimientos, abrazo la posibilidad de un amanecer irrepetible, que abrirá sus ojos para presenciar la escena de la dicha de quienes aman. Antes de que el último rayo desaparezca, compartiré mis sueños contigo. Así es mi deseo. Y no he de rechazar esta brillante idea, que se apodera de mí, y la hago mía, antes de que mi mirada se pierda en la densidad del horizonte”.

Quien se dice sentir bajo los efectos de dicho proceso repite estas palabras, y con ellas comienza a creer que ante su mirada se abren las puertas que dan acceso a la posibilidad de amar, porque ya está bebiendo sus jugos, antes incluso de que haya sido capaz de dirigirse hacia su fruto ansiado, antes, incluso, de haber experimentado.

Y sin planteamiento previo, lejos de cualquier argumentación racional, un gran número de personas en todos los rincones del mundo, va descubriendo la existencia del amor...

¿Hasta que punto somos capaces de mitificar esta sucesión de hechos?. ¿Hasta que punto nos dejamos arrebatar por una experiencia supuestamente superior a nuestras fuerzas?.

La respuesta la encontramos en la misma esencia que otorga una gran fuerza a este sentimiento. Una fuerza que se sostiene en una absoluta fidelidad que forma parte de la creencia.

Pero la constancia se debilita. A nuestro alrededor el escepticismo parece tener con el tiempo una mayor presencia de adeptos. Parece ser que se va generando en nuestro entorno cierta actitud de recelo, un convencimiento de que existe otra realidad que poco o nada tiene que ver con los mitos que hasta ahora han estado presentes en tantos hogares.

Podríamos decir que, en realidad, las vivencias que transcurren en el día a día no coinciden con la puesta en escena que se había venido estableciendo hasta no hace mucho tiempo.

El cambio nos sorprende cuando intentamos perfilar el ritmo cansino que lleva el universo de los sentimientos. Y la historia nos delata que la construcción amorosa no ha sido una y única, sino que dependiendo del momento histórico nos encontramos con sucesivas transformaciones que han posibilitado que cada cultura tenga su propia identidad.

Al margen de que sean las propias experiencias personales las que van posibilitando que haya infinidad de concepciones respecto a esta emoción, ello no impide que podamos ir diseñando un marco en el que se puedan observar nuevas articulaciones en las relaciones sociales. Es decir, nuevas formas de vivir el amor y la sexualidad





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